En casa tenemos repartidas las tareas. Como después de mis desastres con la lavadora he sido vetado, mi obligación es tender y recoger.
Todos sabemos que los calcetines tienen comportamientos peculiares cuando entran en el ciclo de lavado. Al recoger el tendedor apilo los calcetines desparejados en un rincón, confiando en encontrar sus parejas.
Un día descubrí que el montón había desaparecido. No le dí más importancia hasta que tuve tres calcetines desparejados durante mucho tiempo.
Se lo comenté a mi mujer, que es quien pone las lavadoras, por si estaban en el cesto. No, un día decidió que los calcetines desparejados estaban mejor en un cajón que donde yo los ponía. Y no me lo dijo.
Una pequeña anecdota familiar. Una situación que se repite en muchas empresas.
Hago una promoción en internet, pero no aviso a las tiendas.
Hago un cambio en el proceso, pero no aviso a fábrica.
Dejo de fabricar un producto, pero no se lo digo a los distribuidores.
Cambio el logotipo, pero no aviso a imprenta.
¿Qué conseguimos? Confusión, molestias y enfados.
Implicar a todos los estamentos de la empresa es importante ante cualquier cambio.
Y no solo implicarlos, también asegurarse de que se entienden los motivos, las consecuencias y la forma de abordar la novedad.
Mi mujer me asegura que me dijo que guardaba los calcetines en el cajón. Yo no puedo asegurarlo ni desmentirlo.
La comunicación no es útil si no llega.
Todas las estrategias deben implicar a todos los canales de comunicación.